Pequeños tesoros, a los que en su día no dimos demasiado valor, permanecen ocultos en teléfonos móviles antediluvianos a la espera de ser rescatados, y nos conceden la ilusión de volver a ver y escuchar a viejos amigos.
Pequeños tesoros, a los que en su día no dimos demasiado valor, permanecen ocultos en teléfonos móviles antediluvianos a la espera de ser rescatados, y nos conceden la ilusión de volver a ver y escuchar a viejos amigos.
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