lunes , 11 diciembre 2023
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Teófilo Martínez

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Los paisajes de la infancia están poblados de ecos, de timbres, de voces que se adhieren pegajosamente a la memoria: la voz risueña de una madre, la severa de un padre, la cadencia del abuelo; la del amigo, la del profesor, la de la actriz; la del locutor, las del doblador, la de aquel anuncio… ¿Quién haya vivido los 50 no recuerda la voz de Stan Laurel, la del Mekong, la del Guzmán de «Dos hombres buenos»?

La voz de don César Guzmán era la de Teófilo Martínez, que prestó su voz a casi todo en la radio (en el cuadro de actores de la Ser, en «Teatro del Aire») y los estudios de doblaje (era el Víctor MacLaglen de «Fort apache»).

Las voces no mueren hasta que muere el último oyente que las guarda en su memoria. La voz de nuestro querido y recordado Teófilo, reverbera entre los ribosomas del recuerdo de todos los que eran niños en edad física o mental durante aquellos años tremendos.

Sobre todo cuando, en «Dos hombres buenos», hablaba por boca del ranchero español don César Guzmán, cuya hacienda del Sur de los Estados Unidos, siendo niño, habían asaltado unos forajidos, matando salvajemente a su madre; la mano del cadáver empuñaba un misterioso alfiler de oro con cabeza en forma de herradura y ocho rubíes. En compañía del portugués Joao Silveira (Julio Montijano, el otro «hombre bueno»), a lo largo de la interminable radionovela, cabalgaba a través del Desierto de la Calavera Pintada, y cobraba venganza cargándose, uno a uno, a tiros (normalmente en el entrecejo), a los asesinos; pero siempre con clase, con educación: entregando un óbolo a la viuda, al amante o al amigo para que «tuviera un entierro decente». La Suite del Gran Cañón servía de fondo al narrador. Y José Mallorquí era el feliz autor de aquella justiciera serie que pobló de eslogans morales y heroicos la futura memoria de sus radioescuchas. Jamás había viajado a Estados Unidos, pero mapa en mano, como el alemán Karl Mayfue capaz de recrear el Sur que había sido español (California, Nueva México, Arizona) y mover en ese territorio imaginado a sus personajes. Era la época de aquellos seriales que, según Sautier Casaseca, «tenían que llegar al corazón sin pasar por la cabeza».

Cuando Mallorquí publicó en forma de novela el serial, en la dedicatoria, reconoció la importancia de Teófilo Martínez, la Voz, a la hora de encarnar (¿encarnar?) al orgulloso ranchero. También se lo reconoció el Premio Ondas del 55 (luego, por otros papeles y labores, repetiría). Comenzó en el 45, doblando a Regis Toomey en «Unión pacifico». Todos los que vimos la serie «Kung fu» le recordamos por poner su prodigiosa voz al Maestro Po.

La voz es la alegoría del espíritu. Y, según las religiones, los espíritus nunca mueren. Pero descansan en paz.

Era conocido por todos nosotros como «El maestro» o » La voz de la montaña».

Teófilo Martínez nació en Santander en 1913 y falleció en Madrid el cuatro de Abril de 1995, de una neumonía, a los 82 años de edad.

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