El pasado 10 de marzo los actores y directores de doblaje de la Comunidad de Madrid no tuvimos más remedio que declararnos en huelga. Tras varios intentos de sentar en una mesa de diálogo a las empresas (empresas que misteriosamente disolvieron su asociación) para firmar un Convenio necesario y conveniente para todos con el único propósito de regular una profesión que se niega a entrar en el juego mercantil del ‘Dodge City, ciudad sin ley’, el colectivo artístico del doblaje decidimos por unanimidad poner a buen recaudo nuestras voces y emociones hasta que nuestro silencio sea escuchado. La reivindicación del Convenio se limita a regular la normativa necesaria para preservar las condiciones de trabajo que garantizan la calidad profesional que merecen tanto el producto como los espectadores. Asumimos mantener los precios establecidos en ¡1993!; no reivindicamos ningún tipo de incremento salarial, ni, lo que vendría a ser lo mismo, que equiparen nuestras tarifas a las de los compañeros de profesión del resto de Europa que suponen otras cifras mayores y más consecuentes con el actual mercado audiovisual; no, nos limitamos a pedir que entiendan que más allá de las leyendas urbanas somos trabajadores de un oficio que requiere dedicación, humildad para aprender cada día algo nuevo, sacrificio, talento y suerte. Soportamos zarpazos a diestro y siniestro acusándonos de cercenar la pureza de la versión original; de ser los culpables de que la gente no acuda en masa a consumir cine español; e incluso tenemos que asumir la discutible responsabilidad de que los ciudadanos no hablen inglés correctamente. Y a pesar de todas esas memeces continuamos a pie de atril intentando que nuestro trabajo sea una opción lo más digna posible y fiel al original. No vamos contra nadie. Vamos a favor del sentido común; de establecer unos parámetros consensuados con el único objeto de preservar la calidad del producto. Nos hemos adaptado a los nuevos ritmos impuestos por el mercado audiovisual aprendiendo a trabajar solos en el atril, con prisas y enfrentándonos a copias de trabajo con las que te dejas un cuarto de dioptría diaria. Sabemos que la repercusión de nuestra huelga es mínima, a lo sumo algunas series que no puedan seguir emitiéndose dobladas y que provoquen otro de los tantos cambios de parrilla en televisión a los que el espectador ya está, lamentablemente, más que acostumbrado. Pero es que no es nuestra intención provocar una debacle en las programaciones televisivas, no, nuestra intención es permanecer unidos para salvaguardar el futuro de nuestra profesión, algo que aprendimos de nuestros mayores y que creemos conveniente inculcar a las nuevas y excelentes nuevas generaciones. No hacemos huelga para caer a nadie bien, mejor, ni peor. Somos una raza extraña de artistas que hemos sabido enfundarnos nuestra vanidad a sabiendas de que el anonimato nos viene en el contrato. Somos un puñado de cómicos unidos dispuestos a defender nuestro oficio por encima de aquellos que se empeñan en convertirnos en una parte insustancial de una factoría de emociones sincrónicas al por mayor. Estamos en un mismo barco y tenemos claro el rumbo. Nos queda mucho por hacer, dialogar más entre nosotros y aportar toda clase de soluciones creativas que repercutan en una paulatina mejora de nuestra profesión. Pero para eso, les guste más a unos o a otros, nos hace falta firmar un Convenio. Ni más, ni menos.
Salvador Aldeguer
Publicado en LA VOZ DEL TAJO