viernes , 22 septiembre 2023
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«Los amos del sonido», por Salvador Aldeguer.

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Cuando ustedes van al cine, o apoltronados cómodamente en el sofá de su casa ven una película o su serie favorita de televisión, reciben toda una montaña de información que les atrapa en un sinfín de sensaciones y les predispone a vivir como propias, emociones ajenas. Cierto es que una imagen vale más que mil palabras, pero cuando a esa imagen le incorporamos los diálogos de los actores de doblaje, combinados con toda la banda sonora (la música, los efectos, los caballos, las espadas, la lluvia, las pisadas de un ornitorrinco en celo…), entonces se produce en nuestro cerebro la magia de dotar de realidad a la ficción. El proceso del doblaje se basa en una labor de equipo, un trabajo en el que los distintos departamentos unen sus fuerzas para que ustedes puedan disfrutar del resultado final. Traducción del texto; adaptación de los diálogos; producción para convocar a los actores, dirección artística; y, por supuesto, los técnicos de sonido. Hombres y mujeres con una habilidad sorprendente: la de escuchar más allá de lo que el oído del espectador va a percibir. Contrariamente a lo que se pueda pensar, la labor de estos artesanos del sonido tiene tanto que ver con el aspecto creativo como con el tecnológico. Ellos son nuestros compañeros de viaje, los cómplices de nuestros tonos y nuestro volumen de emisión, los guardianes de nuestras inflexiones y nuestras pausas. Ayudan a preservar una frase ‘bien dicha’, moviéndola en la pista de sonido lo que en el tiempo supone el pestañeo de un pájaro; se aseguran de que los actores estemos correctamente colocados en el atril respecto al o a los micrófonos que van a grabar nuestras voces y nuestras emociones; nos limpian chasquidos de lengua; y, tanto si la película es buena o no, ellos se esmeran en que el sonido sea impecable, en que el primer registro de las voces, la grabación ‘en bruto’, les ayude posteriormente en la mezcla de todos los componentes sonoros que conforman el audio de una historia bien contada.

Sí, los hay mejores y peores, novatos y veteranos, ni más ni menos igual que ocurre con los actores y directores, por eso es vital que no nos olvidemos entre nosotros y nos cuidemos desde nuestras parcelas, parcelas que cohabitan en ese resultado final que ustedes van a recibir en la sala de cine o desde el sofá de su casa. Ven el ‘take’, es decir, el trocito de película que grabamos, con sus oídos. A veces fijan la vista en la onda de sonido y la estudian comparándola con el sonido original, buscando en muchas ocasiones la cuadratura del circulo en un tono imposible que busca a golpes de respiraciones entrecortadas el gran objetivo de la credibilidad. Deciden sobre la marcha y aplican soluciones creativas para buscar ese recoveco en la chistera que permite que aparezca el conejo que deja boquiabierto a los espectadores. Son, en definitiva, nuestros compañeros de juego. No hablaríamos de Holmes sin Watson; de Han Solo sin Chewbacca; de Agatha Christie sin Hércules Poirot; de Frodo sin Gandalf; de The Beatles sin Brian Epstein; de Lucky Luke sin Jolly Jumper; de Peter Sellers sin Blake Edwards; de Jack Bauer sin Chloe; ni de Walter White sin Jesse Pinkman. Por eso ellos son ‘la parte contratante de la primera parte contratante’ de nuestras voces e interpretaciones. Son los amos del sonido que logran que al asomarnos a una historia, además de oírla la escuchemos. Porque si no es lo mismo ver que observar; tampoco es lo mismo oír que escuchar. Ustedes no los ven; ustedes no los oyen; pero yo, como actor de doblaje, firmo la presente para confirmarles que sin ellos, ustedes tampoco nos escucharían a nosotros.        

Salvador Aldeguer

Publicado en LA VOZ DEL TAJO

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