domingo , 24 septiembre 2023
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Réplica a Joan Sardá

El reportaje sobre el «Ser o no ser» del doblaje en el cine español de Joan Sardá, publicado el pasado 7 de enero en El Cultural del diario El Mundo, reabrió el debate sobre la vigencia y utilidad de nuestra profesión. La Federación Profesional del Doblaje y la Sonorización respondió y matizó algunas de las cuestiones planteadas con un artículo, que ya se publico en esta web. Posteriormente, Joan Sardá contestó a esas matizaciones con la siguiente nota:

Aclaración de Juan Sardá

 

Quisiera dar las gracias a los dobladores por el tono cordial y respetuoso de su carta. Se agradece aún más teniendo en cuenta que el reportaje «Doblar o no doblar» era cristalino a la hora de denunciar que el doblaje «manipula y cercena» las películas atentando contra su «integridad artística», tesis que curiosamente no rebaten siendo la más importante.

 

Siguiendo sus propios puntos:

 

1. Los dobladores se quejan de una frase que en un texto extenso ocupa una línea y media: «El doblaje, un invento de Mussolini que Franco trasladó a España en 1941 para encubrir la censura con el falso propósito de ‘defender’ las esencias patrias, sigue siendo hegemónico». Importante citar la fuente, el historiador Román Gubern. En segundo lugar, es cierto que Franco copió de Mussolini el doblaje como imperativo legal, origen de su hegemonía hoy en día. Lamento si, al sintetizar, ha podido resultar poco preciso. En cualquier caso, llamar franquistas a los dobladores desde luego no era la intención.

 

2. Los dobladores censuran que se pida a los políticos que prohiban el doblaje, cosa que incluso, un señor tan poco sospechoso de ser un entusiasta del doblaje como Enrique González Macho considera que sería el «fin del cine en España». El reportaje no tenía la misión de prohibir nada sino de defender la integridad artística de las películas y, en consecuencia, la versión original. Hay una diferencia importante entre defender un punto de vista y solicitar la aniquilación del contrario.

 

3. El tercer apunte resulta algo confuso e insiste en la idea de la prohibición, que no está en el reportaje. La defensa de la versión original pasa, por ejemplo, por recordar que las películas deben ser respetadas en su integridad y fomentar el respeto hacia la cultura y el arte, entre muchas otras medidas que el reportaje también sugiere (como mejorar la calidad y variedad de las películas que se distribuyen o aprovechar la nueva tecnología digital).

 

La Federacion Profesional del doblaje y la sonorización responde a las aclaraciones de Joan Sardá. Lamentablemente, y a pesar de los esfuerzos, esta respuesta no fue publicada por El Cultural del diario El Mundo.

                                                

 

Réplica a Joan Sardá  (II)

 

 

No es intención de esta Federación llevar a cabo un debate cerrado con un solo periodista, aunque sus aclaraciones nos obliguen a precisar ciertos puntos. En cualquier caso, ante futuros encuentros que estamos preparando, cuente usted de antemano con nuestra invitación.

 

En lo que se refiere a la historia del doblaje, dice usted que es importante citar la fuente – Roman Gubern – y nosotros no podemos estar más de acuerdo. En efecto el señor Gubern ha escrito recientemente (en el número de Diciembre de «Fotogramas»):»Mussolini declaró obligatorio el doblaje en Italia en 1930″.

 

Usted escribe : «El doblaje es un invento de Mussolini y Franco lo copió en 1941». En fin, quizá le ha atacado el mismo duende que hizo escribir a Eusebio Lázaro en El Pais: «Franco trajo a España el doblaje para aplastar las lenguas vernáculas»; o al actor Eduardo Noriega : «El doblaje vino a España por la imposición de una dictadura»…Y así podríamos seguir hasta agotar cualquier espacio razonable en un medio de comunicación.

 

Una vez más: el doblaje se inventó en Hollywood poco después y a consecuencia del cine sonoro, llegó a España en la Segunda República, en el 31, y Franco lo declaró obligatorio en 1941, durante cinco años. Insiste usted en dar por probado que esos cinco años marcaron a España para siempre y justifican la actual preferencia por el doblaje entre los espectadores. A falta de argumentos que justifiquen tal certeza, le recordaremos que se dobla en países en donde no hubo dictaduras y que, a diferencia de lo que opinan personas como el señor Gubern, el doblaje es un fenómeno en ascenso en el mundo.

 

Roman Gubern cae, por otra parte, en el mismo error que el Ministro de Educación, al repetir que Portugal goza de un alto nivel de conocimiento del inglés, error que usted ha sabido evitar. No solo Turquía y Bulgaria – países que se citan en su artículo y en los que no se dobla – adolecen de un escaso dominio del inglés, sino que el país que nos proponen como modelo el señor Ministro y Román Gubern, Portugal, aparece en el informe de Eurostat  por debajo de España, entre los tres últimos, junto a Rumanía y Hungría. Mal futuro nos aguarda si nos dedicamos a imitar a los que saben menos.

 

En cuanto al tema de la prohibición, está claro que usted no se mostraba partidario, por eso citábamos con nombre y apellidos a una persona que la apoya de manera institucional y permanente, como el Presidente de la Academia Catalana de cine, pero podríamos haber citado a Antonio Resines, un actor y productor con indudable peso en el cine español o, para que entienda mejor nuestra necesidad de defendernos, su compañero de suplemento en «El Cultural», Juan Palomo. Una vez mas renunciamos, para no abusar del espacio, a citar exhaustivamente los continuos ataques y declaraciones en este sentido durante décadas.

 

Por fortuna, la Ministra de Cultura y el actual Director de Cinematografía, Carlos Cuadros, mantienen posturas contrarias al doblaje desde posiciones civilizadas y abiertas al diálogo, más en consonancia con sus propios artículos.

 

Finalmente, afirma usted que » curiosamente», no entramos a rebatir el argumento pricipal de su crítica: el doblaje «manipula y cercena» las películas, atentando contra su «Integridad artística». Estamos de acuerdo en que ese es el meollo del debate. Por eso, y ante su obvia amplitud, nos emplazábamos a otro lugar y momento más apropiados.

 

Aunque le parezca sorprendente, hay trabajos universitarios que sostienen que el doblaje es más parecido al acto original de ver una película, en un arte eminentemente visual, que la necesaria lectura de cartelitos desde el título hasta la palabra «fin».

 

Es posible que usted conozca la preferencia de directores como Kubrick y Vasconcelos, entre otros, por la versión doblada a la hora de difundir sus filmes. En cualquier caso, si se toma la molestia de preguntar a algún traductor de calidad, este le explicará que la versión subtitulada es de tipo «telegrama», y que se pierde inevitablemente un porcentaje significativo de los diálogos originales.

 

Nuestro punto de vista, en fin, es que la versión original es la que un espectador angloparlante visiona en Minnesota, Sidney o Liverpool sin subtítulos y sin necesidad de leerlos. Que la versión doblada y la subtitulada son dos formas diferentes de traducción, de las que una altera el sonido (la banda de diálogos) y otra altera la imagen y el proceso mismo de ver cine.

 

Emplea usted los términos más rotundos para descalificar a la una y ensalzar a la otra como modelo de pureza e integridad, pero ya ve: a la mutilación de un, pongamos por caso, 20 % de los diálogos de una película nosotros lo llamamos mutilación. Así de raros somos. Y a la necesidad de leer subtítulos en lugar de zambullirse en la pantalla y seguir el ritmo de los planos que ideó el director, alteración de la imagen en un arte visual, o sea, manipulación. Si se entiende que ambas formas de traducir tienen pros y contras, que ambas deben coexistir para que el espectador, que paga, elija en libertad, y se olvidan las campañas ideológicas para identificar doblaje y franquismo y las pamemas de que se puede aprender un idioma sin estudiarlo, estaremos más cerca de comprender la situación real y la constante preferencia de la mayoría de los españoles por la versión doblada.

 

Después, quizá lleguemos a entender que los ataques indiscriminados contra el doblaje, han conseguido abaratarlo sin límites y beneficiar a los mismos que compiten con abuso de mercado en nuestras salas de exhibición, y a partir de ahí es posible que el debate sea capaz de dar frutos que nos ayuden a mejorar el audiovisual español, algo que hace mucha falta, y en lo que estamos interesados todos los actores y directores del país.

 

Y puesto que no es un debate baladí, volvemos a emplazarle a futuros encuentros donde se pueda argumentar y replicar sin agotar el espacio de un suplemento de cultura.

 

Gracias por su paciencia.

 

Atentamente

 

F E P R O D O (FEDERACION PROFESIONAL DEL DOBLAJE Y LA SONORIZACION que engloba a todas las asociaciones y federaciones de actores, directores, traductores y técnicos del sector laboral del doblaje y de la sonorización)

 

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