Corría el año 1962 cuando Jesús, de la mano de nuestra entrañable Mª Luisa Rubio su mujer por aquel entonces, fue contratado por Sevilla Films.
Podía haber sido cualquier cosa en la vida, pero estaba escrito que sería actor independiente, inclasificable y un presentador de televisión querido hasta decir basta. Del teatro al cine, del cine al teatro, del teatro al doblaje, del doblaje a la publicidad –el hombre calvo de un atún en lata– y de la publicidad a los programas estrella de televisión desde los que se encargó de romper audiencias.
Estudiaba medicina. Un día perdió el tranvía que iba a la Universidad. Un tranvía que se llamaba el mil uno. Para matar el tiempo fue a dar una vuelta. Se encontró con un cartel que decía: «Apúntate al TEU». No sabía casi ni lo que era pero se apuntó y, pasados unos meses, le llamaron para los ensayos…
En su familia no había antecedentes artísticos ni relación con los ambientes teatrales, pero Jesús cayó subyugado ante el poder de los escenarios y tiró por la borda sus cuatro años de medicina. La escena lo pudo todo –incluso con su segunda vocación, los toros– y el señor Puente se dispuso a ser uno de los mejores. Recorrió pueblos, protagonizó obras de Calderón y de Lope, entremeses de Cervantes, comedias y dramas y sobrevivió, como un héroe, en una profesión liberal y caprichosa.
La vida fue generosa –aunque podría haberle regalado unos años más– y él pudo hacer y deshacer a su antojo.
Entre otras nos obsequió con magnificas interpretaciones doblando a James Stewart, en películas como: «Que bello es vivir», «El gran combate», «F.B.I contra el imperio del crimen», «Winchester 73» etcétera…
Jesús Puente murió en la madrugada del 26 de octubre de 2002. Se fue con la misma melancolía indescifrable con la que vivió.