Un día, casi de repente, te falta Martita, tu amiga, tu hermana, tu pareja, tu madre. Esa que habéis dicho que era dulce, luminosa y alegre. El dolor es abrumador, sobre todo porque una enfermedad cruel al menos nos había dado el respiro de poder disfrutar intensamente de ella los últimos años y con ello hacernos aún más adictos a su compañía. Así que el silencio de su ausencia ha sido aún más atronador. Hemos perdido a la que, más que nunca, se había convertido en el eje de nuestras vidas.
Todos de los pocos que sabíais de su enfermedad nos envidiabais por poder compartir con Martita eso años, meses, días, horas, minutos cada vez más escasos. Y ahora sé que todos los que alguna vez habéis tenido un poquito de Marta nos envidiáis por haber tenido tanto de de Martita, no ya ahora, sino desde siempre. Me siento un privilegiado por ser una de esas pocas personas afortunadas que han pasado gran parte de su vida con ella.
Pero lo que vosotros no sabéis es que yo también os envidio.
Cuando Eduardo Gutiérrez escribe que “ Te he hecho llorar, reír (tu risa era única), emocionarte, cantar… y hemos llorado, reído, emocionado y cantado juntos. Era nuestro juego en el atril…”, yo rabio porque querría haber estado en ese atril con ella y escucharla cantar, y saber por qué lloraba y qué es lo que la emocionaba He tenido, mucho, muchísimo de ella. Pero envidio esa parte que ha sido vuestra. Aún así, a través de vuestras palabras he podido asomarme, como por el ojo de una cerradura, a esa vida de Marta que no he conocido y que nunca podré conocer si no es gracias a vosotros. De repente, he intuido que además de la hermana, pareja o madre que yo conocía y disfruté también era una compañera, una amiga y la he podido imaginar ante un atril, en las cafeterías de las salas de doblaje, en los ascensores de televisión española, en los pasillos del colegio o haciendo barrabasadas con sus amigos de juventud. Y la he visto bailando sevillanas, guardando una estampita por el nacimiento de su Javi o tomando copas en un garito de barrio. Ese atisbo de esa Marta para mi desconocida es, precisamente ahora que la he perdido, incluso aún más embelesador y dulce. Y si lo he podido disfrutar es sólo gracias a vosotros.
Pero no sólo me habéis contado cosas que no sabía. También me habéis regalado verla con vuestros ojos.
Para mí ha sido impactante, abrumador, ver como tantas personas querían tanto a Marta y las emociones que su vida y ahora su marcha ha despertado en una profesión entera. Antes la quería intensamente. Ahora, además, me siento muy orgulloso al comprobar cómo tanta gente la ama tanto. Vuestras palabras emocionadas y emocionantes en este foro son un homenaje para Marta y su manera de ser. Los llantos desconsolados de tantos y tantos son un homenaje para Marta y su manera de ser. El cariño y preocupación de las mamis y los amigos son un homenaje para Marta y su manera de ser. Y si la familia de Martita hemos podido disfrutar de ese homenaje a Marta es sólo gracias a vosotros.
Pero no sólo he conocido cosas hermosas sobre la persona, también he conocido a la profesional.
Yo no sabía de la vida profesional de Marta más que por lo que Martita me contaba. Y ya la conocéis, desde luego era de todo menos engreída. Así que cuando, en palabras de Salvador Aldeguer, te topas con que Marta es “hoy, ya, definitivamente una de nuestras leyendas del doblaje” te pilla de sorpresa y te sientes muy, muy orgulloso. Y si ahora puedo sentirme así de orgulloso es sólo gracias a vosotros.
Pero creo que es hora de que además de daros las gracias en nuestro nombre también os las dé en nombre de la propia Martita.
Y es que habéis hecho un regalo maravilloso a su hijo.
Cuando Martita falleció el pasado 21 de noviembre a las 3 de la madrugada empezó a nacer para mí la Martita mítica. Se trata de un mito conformado por esos recuerdos maravillosos que destilan lo mejor y más significativo de su vida y de su ejemplo y que con el paso del tiempo irá conformando un manto de leyendas con la que entrará a formar parte de nuestro Olimpo familiar junto con el carismático y genial Antolín García y la entrañable y cariñosa Rosita Valero. Y con el ingenioso abuelo Juan, la corajuda abuela Rosa o el tierno abuelo Sebastián. Pero Javi, el hijo de Martita, necesitará conocerla no sólo por sus recuerdos sino también por vuestros ojos. Y vuestros relatos – que ya están guardados y que le serán entregados cuando él quiera saber de su madre – le van a contar todas las cosas maravillosas que vosotros habéis contado de su madre. Y en vuestras palabras tendrá un ejemplo y un modelo de generosidad. Y por vuestras palabras sabrá que su madre es una leyenda del doblaje. Y por vuestras palabras sabrá que fue querida por una profesión entera. Y se sentirá muy orgulloso de ser el hijo de su madre.
Gracias en nombre de Martita.
Y gracias en mi nombre y en el de su familia por habernos dado tanto en un momento en el que lo necesitábamos.