María del Puy se ha ido. Bueno, para ser sincero, sólo una parte. Quizá la más importante, eso sí. Pero sigue viva dentro del corazón de cada espectador, de cada admirador y, sobre todo, de cada uno de los que tuvimos el privilegio de compartir con ella esta profesión nuestra.
Los artistas, a menudo tramposos, descubrimos hace tiempo formas de engañar a la parca, que inevitablemente llamará a nuestra puerta tarde o temprano.
Y María lo sabía.
Como gran diva, se ha quedado bien cerquita. Sólo a un “play” de distancia, a un click, a tan sólo una tecla.
Un click y podremos escuchar su voz, esa elegante y aterciopelada voz que muchas veces prestaba a otras actrices (eso sí, a grandes divas solamente).
Un click y podremos disfrutar de aquellos ojazos azules y penetrantes.
Un click y una parte, aunque sea pequeña, seguirá cerca….bien cerquita.
El click del que quiero hablaros, desgraciadamente no es reproducible. Está en mi corazón. En la sección de buenos recuerdos, para ser exactos. Y, como me gusta ser “desprendío”, voy a compartirlo con vosotros.
No recuerdo ni el pueblo ni la ciudad en la que estábamos. Si era invierno o verano. Sólo recuerdo que era el día que María volvía con nosotros. Había estado luchando contra el cáncer y había tenido que ser sustituida por otra compañera durante unos meses. La quimio había debilitado mucho aquel cuerpecito casi adolescente y, muy a su pesar, tuvo que ausentarse.
Aquel día volvió.
Las “jefas», Cristina Higueras y Fiorella Faltoyano, nos convocaron a una reunión a espaldas de María. Estábamos preocupados. María había recibido su última sesión de quimio un par de días antes. Estaba muy débil…
Pero volvía.
Hablamos de estar muy atentos, al “quite”.Podía quedarse en blanco, caerse, desmayarse. Esta parte me tocaba especialmente a mí, ya que era el único hombre del reparto.
Estábamos realmente preocupados.
Y……click.
Se abre el telón.
María pisa fuerte las tablas y entra en escena.
Es difícil describirlo. Diría que “se nos comió a todos con patatas”, lo describe bastante bien. Era un huracán. Un foco invisible la apuntaba, haciéndola brillar mucho más que los demás.
Nos mirábamos, perplejos, y sonreíamos sin que el público nos viese. Con esa sonrisa del compañero de escena, que no ves más que en los ojos. Ya sabéis a qué me refiero.
Fue un auténtico privilegio estar allí, os lo aseguro.
Y….click.
Se cierra el telón.
Salimos de escena. Todos fuimos a abrazarla, a besarla, a felicitarla.
Ella correspondió todas nuestras muestras de cariño y de manera calmada y elegante, pidió una silla.
Apenas podía mantenerse en pie.
Grande, María. Muy grande.
Te has ido a un sólo un click de distancia. Que cada cual elija el suyo.
Yo me quedo con este.
César Díaz